" Cuando tengo la necesidad de componer, empiezo por dirigirme directamente a mi Hacedor y preguntarles las tres cosas más importantes de la vida, aquí en este mundo: de dónde, por qué y adónde . " ( Johannes Brahms 1833 - 1897 )
La sonata número uno para violonchelo y piano de Brahms, es de esas partituras que podríamos denominar de "famosas", dentro del repertorio para ambos instrumentos. Tal vez sea por el equilibrio entre las dos sonoridades, tanto a nivel técnico como de protagonismo, que da lugar a que sea agradable de trabajar para ambos interpretes y esto dé de sí que sea de las obras más interpretadas, cómo grabadas. Esta circunstancia condiciona para bien y para mal, desde nuestro punto de vista. Pues el público en general, alcanza a disfrutar más cómodamente la partitura al conocerla, pero también puede exigir al músico una interpretación pre-diseñada anteriormente que supedita a su propia visión. De cualquier manera estamos obligados a proyectar como músicos toda la pasión y profundidad sonora que la música de Johannes Brahms transmite. Tal vez sea por sus melodías, tal vez por la tonalidad de mi menor, por la composición estructural de la obra. Pero no cabe duda que no deja de tener ni un sólo compás, que no seduzca al oído del oyente , si pone su atención, en dejarse llevar por la expresión sonora de cada acorde o de cada linea melódica.
Brahms tenía 29 años cuando empezó esta sonata, en 1862. Se había trasladado a Viena, pues veía que su ciudad natal, Hamburgo, poco más podía ofrecerle en cuestión musical y ninguna estabilidad se encontraba en el horizonte. Y la capital del imperio Austro-Hungaro se encaminaba en un nuevo esplendor de crecimiento y desarrollo económico. Pues la segunda revolución industrial y el desarrollo del ferrocarril habían acercado aún más la ciudad con el resto del continente.
Brahms empezó a componer esta sonata intentando instalarse en la capital de la música . Cierto es que hasta el estreno de su Requiem, en 1868, no lograría un hueco respetable que lo pusiera en el centro del mapa musical europeo ( que lo enfrentaría, sobretodo, a los seguidores de la música de Wagner). Pero mientras tanto el joven Johannes consiguió a través de su amigo Josef Gänsbacher, violonchelista aficionado, profesor de canto y miembro de la administración de la Academia de Canto de Viena, el puesto de director. Puesto que abandonaría un año después. Aunque digamos de paso que fue por un estrecho margen de votación, 39 a favor 38 en contra, que lograría la plaza. El joven compositor intentó agradecérselo a su amigo intentando acabar la sonata ese mismo año de su llegada. Pero no lo lograría hasta el invierno de 1865. Momento en que nace una conocida frase de Brahms. Mientras leían y interpretaban la sonata, Gänsbacher percibe que Brahms empieza a tocar cada vez más fuerte. Este le comenta al compositor: " a penas puedo oírme " y este le replicó " qué suerte tienes!".
Después de ser rechazada dos veces por la editorial Simrock, la sonata op.38 en Mi menor para "Piano y violonchelo" es publicada en 1866. La causa de la negación de la editorial a publicarla es debido a la estructura "no clásica" de dicha sonata. Pues esta estaba pensada en que se desarrollara en los movimientos clásicos vieneses de : Allegro, lento y Allegretto quasi minuetto. Pero Brahms decidió suprimir el movimiento lento, que añadiría después a su segunda sonata, e introducir un Allegro Finale. Por lo que el editor se encontraba un tanto incómodo con la nueva estructura al no ser tan convencional.
Brahms consiguió crear con el arpegio de Mi menor el tema principal del primer movimiento. Con algo tan simple, en el registro grave del violonchelo, inicia su marcha hacia una de las melodías más míticas de la música de cámara para ambos instrumentos. Este movimiento inicial tiene la clásica forma sonata, incluyendo la repetición que vuelve al inicio tras la exposición de los dos temas principales. ¡Cómo en Beethoven! A quién Brahms admiraba con suma solemnidad. Mientras el primer tema lo inicia el violonchelo en los graves del instrumento de manera sosegada, el segundo se desliza sobre los agudos de forma temperamental. El desarrollo del este movimiento es casi una pequeña batalla entre ambos instrumentistas. Hasta que empiezan a reconciliares en la reposición de los temas, y logran la paz en una larga coda final que poco a poco va calmando el tempo y alzando la expresividad.
El segundo movimiento es un microcosmos de la historia de la danza popular de Austria, que se divide en dos partes. La primera y última parte de este, pues hay un "da capo al final", tiene la típica estructura en tres partes (A-B-A), que se enriquese con el tempo "quasi Menuetto" señalando así al tradicional baile vienés del siglo XVIII, que se desarrolla además con la estructura rítmica que acentúa el paso cada dos compases, quedando la parte B exenta de esta. El Trio central, sin embargo, más animado en su carácter y más aventurero en sus peregrinaciones armónicas, es uno de los homenajes al vals vienés de su época, que Brahms incrustó en algunas obras instrumentales, y que también inspiró la serie de valses para piano que llego a escribir el compositor. Recordemos la amistad de Johann Strauss con Brahms, que era muy conocida. Incluso hemos encontrado una foto de ambos, que pueden ver más abajo. También es común, esta relación de la música popular en el compositor. Brahms de joven, tocaba en bares de alterne, tabernas o salones, interpretando música popular de todo tipo y de todos los lugares. Su relación con la música gitano húngara gracias al violinista Eduard Remenyi y las giras con él, también las conocemos. De ahí sus famosas Danzas Húngaras. Por lo que no debemos extrañarnos que casi encontremos un vals a la " Strauss " dentro de su repertorio. Siendo en su momento histórico, la música más tocada de Viena.
El tercer y último movimiento tiene sin duda alguna relación con el "Contraputo XIII" del Arte de la Fuga de Bach y cómo no, a la sonata número cinco de Beethoven, cuyo último movimiento también es una fuga enorme. Varios musicólogos han afirmado el parentesco y el joven Johannes muestra aquí su maestría con la escritura del contrapunto llevándola a un nivel expresivo y técnico bastante alto. No trabaja la polifonía de manera tan pesada como Bach. Pero el desarrollo expresivo es tan intenso, que no deja aliento apenas hasta la última nota. De estructura más original que los dos anteriores y con un Presto al final, como coda, se desencadena en una conclusión de fuerzas sonoras, a la justa medida de ambos instrumentos. Fue el último movimiento escrito y lo terminó en invierno de 1865 en la pequeña ciudad alemana de Karlsruhe. Justamente donde Brahms estrenaría también su primera sinfonía, conocida popularmente como la "Décima de Beethoven", debido a su parentesco con la escritura con el genio de Bonn.
La madre de Brahms había fallecido recientemente y fue una pérdida muy dolorosa para él, que impulsaría que escribiera la mayor parte del Requiem. Fue a partir de entonces que empezó a dejarse su famosa barba y volverse cada vez, un poco más rudo.
La sonata de Brahms fue un trabajo arduo, de montar. Sobretodo para lograr el mayor equilibrio sonoro posible. Pues ciertamente el piano se transforma muchas veces en orquesta y puede llegar a eclipsar a violonchelo. Aún así la expresividad de la sonata es inmensa y los resultados emocionales son latentes para el público y el intérprete. Tal vez nuestra interpretación es bastante distinta en algunas partes de la sonata, a lo cotidiano. Pues hemos tomado de modelo, la versátil visión o dirección de las sinfonías de Brahms, de muchos y varios directores. Cierto es que son de un periodo posterior a esta obra de cámara y las separa más de una década ( exactamente catorce años del estreno de la primera ). Pero sabemos que los bocetos de la primera sinfonía, en Do menor Op.68, datan justamente del año que él inicia la sonata para piano y violonchelo, 1862. La versatilidad que muchos directores encuentran en las cuatros sinfonías de Brahms, es interesantísima. A veces llega a ser totalmente opuesta dicha visión. Pero lo genial, a nuestro modo de ver, es la posibilidad de fluctuación de tempos en cualquier movimiento. Incluso de dinámicas. Y eso nos ha interesado desde un principio para encontrar las posibles posibilidades de una misma partitura.
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